Creo que a nadie se le escapa que Occidente está mirando cara a cara al abismo. Y no sólo el abismo nos devuelve la mirada, sino que, además, está ansioso porque caigamos en él.
En ese abismo, Occidente, no ve otra cosa que el fin de su hegemonía y la de sus planteamientos político-económicos.
Esto no debería ser necesariamente malo, excepto para las grandes fortunas de países como desarrollados, USA, EU, Japón. Todo va a cambiar, pero los mayores perjudicados serán los que más tienen, contrariamente a lo que todo el mundo, incluso ellos mismos, piensan.
Obviamente los trabajadores y ciudadanos de los países de Estados Unidos, Europa y otras democracias desarrolladas capitalistas (Australia, Japón, etc.) verán cómo sus empleos peligran, pero lo que ellos perderán, y lo que perderán los grandes inversores es estadísticamente mucho menor.
Y esto es así, como ya hemos dicho en alguna ocasión, porque una nueva ornada de empresas está surgiendo por todo el mundo.
En países hasta ahora denominados en vías de desarrollo, como Brasil, en países antiguamente comunistas, como Rusia, en dictaduras actualmente comunistas, como China, en democracias orientales como India, y en tantas y tantas regiones que actualmente están levantando la cabeza, por fin, y mirando a su alrededor.
A estas buenas noticias hay que añadirle lados oscuros, la falta de igualdad, el maltrato de los derechos, las dictaduras, la opresión religiosa o política, y cada país deberá enfrentarse a su propio modelo de desarrollo en sus propios términos. en algunos, lo harán pensando en sus ciudadanos, en otros, lo harán a pesar de ello. Para los últimos, vaticino revueltas crecientes que sólo podrán ser acalladas por un mayor desarrollo económico, tecnológico, y democrático.
O volverán a dar marcha atrás en su desarrollo. Pero ese problema deben resolverlo sus ciudadanos.
A nosotros nos toca resolver los de Occidente, que se han puesto en evidencia como la cruz del crecimiento de los países en desarrollo.
El reparto de poder, el multilateralismo, necesarios y deseables, pero que requieren unas instituciones más complejas para las que no estamos quizás preparados, significa una pérdida de poder para Occidente.
Esa pérdida, que repito, es necesaria, puede ir acompañada de enormes trastornos sociales a medida que empleos, riqueza y desarrollo sea retirado de nuestros países, y trasladado a otros de mayor crecimiento.
Es necesario, para evitar esto, repensar el modelo occidental.
Europa, hablemos sólo de Europa, necesita encontrar un modelo formativo y creativo basado en el desarrollo de nuevas tecnologías, formación, técnicas avanzadas de fabricación y diseño...
Sólo creando una clase trabajadora bien formada, dotada de medios tecnológicos y conocimientos para usarlos, y con un cambio radical en la forma de ver el trabajo (flexible, enriquecedor), podremos competir con los nuevos retos que nos acechan. Estos retos, como los proverbiables bárbaros a las puertas, amenazan no sólo los empleos de los trabajadores de Europa, sino la riqueza acumulada por los magnates de la industria, los medios de comunicación y la banca, quienes se creen a salvo de la ola encabezada por tigres, osos y dragones.
Y para superarlos, no podemos caer en el proteccionismo, ni intentar negar el derecho al desarrollo de estos países. Tenemos que ser mejores. En colaboración con ellos, debemos encontrar formas de crecer de nuevo por nuestra cuenta y superar los retos. Tenemos que ser mejores.
En el terreno político, poco que decir, excepto que nuestros políticos viven de espaldas a la realidad ciudadana. Y la culpa es de los propios ciudadanos, quienes, en su complacencia, de la que han despertado bruscamente, toleran no sólo la corrupción, sino la ignorancia y la falta de actividad, independientemente del país, el signo político o si están en la oposición o el gobierno.
Las democracias deben evolucionar, incluyendo a los ciudadanos en la toma de decisiones de una forma mucho mayor que la que se les ha permitido hasta ahora. en este sentido, las iniciativas de open government deben ser alentadas, apoyadas y desarrolladas.
En lo exterior, no cabe duda de que Europa le ha dado la espalda al mundo. Vivimos en la creencia de que estamos aislados, y que dependemos sólo de nosotros mismos. Así, Alemania impone su ley, como un sheriff con buenas intenciones, pero equivocado, que arrastra a todo un pueblo al desastre. Europa debe unirse, no sólo entre ellos, sino dejar de dar la espalda a Estados Unidos y encontrar un camino de salida a esta crisis que, no lo olvidemos, no sólo es económica, sino también una crisis de modelo enfrentado al desarrollo de otros modelos y otros países que están encontrando el camino hacia la nueva economía más rápido de lo que creemos.
En resumen, Europa debe repensar las tres bases, los tres pilares, de su desarrollo, a saber, su modelo económico-social, la reforma y apertura de todas las instituciones que conforman nuestras naciones y que deben defender el estado del bienestar, y reencontrar la cooperación entre sus naciones para coordinar políticas en pro de este desarrollo. Políticas win-win, que sustituyan a los juegos de suma cero, o suma negativa, en los que nos encontramos inmersos en la actualidad.
La alternativa es sufrir el destino que ya sufrieron Roma, Napoleón, el imperio español, el británico, los zares de Rusia y tantas y tantas potencias que no supieron afrontar el cambio, reinventarse, y encontrar modelos de desarrollo distintos que les permitiesen continuar formando parte vital del panorama geopolítico mundial.