Buscando nuevas formas de riqueza que sirvan en el futuro como medida de la riqueza de un país no sería de extrañar que, dado el deterioro ambiental a nivel mundial, una de las fuentes de riqueza sería la posesión y el control de riqueza biológica.
Bancos de pesca, tierras de labranza, recursos minerales son ahora fuente de riqueza en nuestra sociedad, pero no sería extraño pensar que éstos serían sustituidos por bosques, arrecifes de coral, biodiversidad, ríos, etc.
A medida que los costes ocultos de la actividad económica (contaminación, destrucción del medio, pérdida de diversidad genética, deforestación, etc.) se vayan incorporando a las contabilidades de las empresas y las naciones, estos activos naturales, tenidos hoy por algo sin valor por los economistas, se convertirán en un valioso activo a tener en cuenta en la riqueza de las naciones, las empresas y los particulares.
Es de suponer que tendremos mercados eficientes de superficie forestal, de riqueza marina, de biomasa de plancton, y que esos mercados servirán para compensar los daños que la actividad económica cause a la sociedad.
Mercados eficientes apoyados por tecnologías de medición y control como ahora sólo podemos imaginar, harán que la riqueza natural que hoy consideramos “inservible”, imposible de medir y cuantificar, o directamente irrelevante, sea en el futuro una de las medidas de la riqueza del ser humano.